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Los otros No
Sin embargo, también hay otros «no», mucho más cotidianos, que no tenemos tanto en cuenta. ¡Por eso insisto siempre!
- Que «No es no» ya nos lo has dicho muchas veces, ¡no hace falta que lo repitas!
Yo lo sigo repitiendo, y no voy a cansarme de hacerlo.
Sabemos que se ha convertido en un lema contra las agresiones y la violencia sexual. No quiero limitarme a decir violencia sexista precisamente para no excluir a personas de otros colectivos diferente del femenino, como aquellas que por tener una discapacidad han sido, y son, víctimas de acciones muy graves que a menudo quedan impunes.
Una parte de nuestra sociedad lucha por dar luz, aprender en respeto, crecer en valores, en derechos, en cambios necesarios, y otra expresa el lado más oscuro. Que no nos sorprenda, siempre ha sido así. La diferencia radica en que actualmente recibimos información de lo que ocurre en todas partes y, ya era hora: Se habla lo que hace unos años se silenciaba.
Me preocupa mucho; tanto como creo que debe preocupar a cualquier ser que se precie de ser humano.
Sin embargo, también hay otros «no», mucho más cotidianos, que no tenemos tanto en cuenta. ¡Por eso insisto siempre! Todos los que no son un sí:
Cuando admito hacer prácticas sexuales que me desagradan, pero parece que todo el mundo las hace y no quiero que me tilden de diferente. A menudo es difícil desafiar al modelo que se nos ha transmitido.
Cuando acepto hacerlo pese a no tener ganas de no decepcionar a mi pareja, para evitar una discusión, una situación incómoda. A menudo confundimos amar con no amarnos.
Cuando pienso que es mejor aprovechar una oportunidad, aunque no me complazca o sea de riesgo, porque creo que no merezco una experiencia mejor o que no encontraré a quien agradar. Las «ganas de» y la «falta de» pueden resultar muy perturbadoras.
Cuando sopeso las consecuencias de enfrentarme a una situación de poder, cuando no tengo tiempo de reaccionar y prefiero que pase y dejarlo estar, cuando doy por supuesto, cuando le quito importancia, cuando tengo miedo de que me juzguen tanto por la mi acción como por mi inacción.
Cuando me cuesta decir lo que quiero y lo que no quiero, cuando quizá sea porque ni lo sé...
Saberlo, explorar, descubrirlo, es nuestra responsabilidad. Comunicarlo, pedir, defenderlo, sin olvidar abrirse a escuchar a la otra persona, también. En algunas ocasiones buscaremos consenso (lo diferencio de consentimiento) y en otras habrá que poner límites para proteger nuestras necesidades personales.
Puede hacer miedo porque no siempre hemos sido educados para saber decir «no», y son muchos los prejuicios que se nos activan al respecto. Parece más fácil complacer, pero no siempre resulta gratificante.
Por eso no quiero dejar de poner el «no es no» sobre la mesa, tantas veces como sea necesario, para aprender a distinguirlo en situaciones en las que lo menospreciamos porque no nos parecen extraordinariamente significativas. ¿No lo son?
Saber qué no queremos nos acerca a saber qué es lo que sí; nos ayuda a ir dibujando nuestra sexualidad, a tomar conciencia de lo que nos gusta, lo que nos resulta placentero y deseamos vivir de forma segura y voluntaria.
He citado la voluntad. Esto me recuerda que tenemos mucho trabajo que hacer cuando algunas personas, que dependen ajenas en su día a día, desean vivir aspectos, dimensiones personales, que no están relacionados con la supervivencia básica y su «sí» choca con un « ¡no, no, no!» inhibidor...
...¡Pero éste ya será tema de reflexión otro día!