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Asistencia Sexual
«Ahora bien: ¿Qué ocurre con la dimensión sexual de la persona? Cuando alguien no puede acceder de forma autónoma a su propio cuerpo a fin de experimentarlo, o cuando necesita ayuda para poder estar con otra persona... ¿Qué necesita?»
La Asistencia Sexual es un ámbito bastante desconocido ya menudo mal interpretado por falta de información al respecto.
De hecho, cualquier aspecto que vaya acompañado del calificativo «sexual», ¡lo es! Recordemos que venimos de un modelo sociocultural que ha juzgado, penalizado y empobrecido un aspecto central del ser humano: la sexualidad y todas las dimensiones que se incluyen en ella.
Podemos añadir que todo lo que pueda estar relacionado con el “trabajo sexual” sigue sufriendo estigmatización. No voy a entrar en posicionamientos ni controversias al respecto... Solo dejar constancia de que, a día de hoy, sigue vigente la polémica entre defensores y detractores, y que cada país lo describe (o no) en un marco propio.
Y al Asistente/a sexual le ocurre que, de forma instantánea, socialmente se interpreta su figura con los mismos parámetros con que se hace con los trabajadores y trabajadoras sexuales. Por ignorancia se le atribuyen actuaciones similares a las de la prostitución estándar.
¿Intentamos mirar más a fondo?
Para ello, debemos tener presentes la Declaración Universal de los Derechos Humanos y los derechos sexuales y reproductivos de la ONU, la definición de la Sexualidad Humana según la OMS (Organización Mundial de la Salud), la Declaración de Derechos Sexuales del WAS (Asociación Mundial por la Salud Sexual) y, por supuesto, la Convención Internacional sobre los Derechos de las Personas con discapacidad (ONU).
También que ha habido un proceso evolutivo en los tipos de modelos respecto a la discapacidad: del Modelo Médico Rehabilitador al Modelo Social y al Modelo de la Diversidad, principalmente, propiciando cambios muy significativos en lo que se refiere a la Inclusión o los avances en nuevas perspectivas como puede ser la del Movimiento de Vida Independiente, entre otros.
Es partiendo de ahí que entendemos que cualquier persona debe poder ejercer sus derechos, sin ningún tipo de discriminación, necesite o no algún tipo de soporte. A veces éste lo ofrece el propio sistema social con diferentes servicios, a veces la comunidad, el entorno, personas cercanas, algunos profesionales... De hecho, la figura del Asistente Personal se está definiendo precisamente por este objetivo: Facilitar a las personas con discapacidad la máxima autonomía en la realización de acciones relativas a su vida.
Los apoyos en actividades de la vida diaria, salud, movilidad, ejercicio laboral o formativo, ocio..., no los cuestionamos y pueden asumirse por manta personas. Ahora bien: ¿Qué ocurre con la dimensión sexual de la persona? Cuando alguien no puede acceder de forma autónoma a su propio cuerpo a fin de experimentarlo, o cuando necesita ayuda para poder estar con otra persona... ¿Qué necesita?
Es un ámbito muy íntimo, y no todo el mundo está dispuesto, o no está preparado, a dar ese tipo de apoyo. Aquí es donde aparece la Asistencia Sexual, cuya intervención es puramente instrumental: El Asistente/a Sexual es «las manos» de la persona según las decisiones que ésta indique y en lo que la persona asistida no pueda hacer.
Aquí está la confusión. ¡Un Asistente/a Sexual NO es para tener «relaciones sexuales» tal y como se sobreentiende! No hay besos, sexo oral o coito con los que realiza la asistencia; no se accede a su cuerpo de forma erógena.
Es, en cambio, una prenda imprescindible para que personas no se vean privadas de poder experimentar el propio cuerpo, sus propias sensaciones; erotismo y placer, a solas o en una relación, fundamentales en la salud sexual.
¡Un valioso apoyo para que puedan tener la oportunidad, y el derecho, de vivirse!